La que pudo haber sido uno de los mayores éxitos de política exterior para Joe Biden, terminó siendo una de sus mayores vergüenzas. La Cumbre de las Américas fue un fracaso, 11 mandatarios no asistieron y los mandatarios y delegaciones que lo hicieron, le recriminaron en su propia cara el comportamiento su gobierno hacia América Latina y el Caribe.
Para comprender estos reclamos debemos saber que el gobierno de Joe Biden y los demócratas han buscado borrar todo aquello que les recuerde a Donald Trump. Esta política se ha convertido en una mini “desestalinización” hacia las políticas de Trump y se ha extendido a la política exterior.
Lamentablemente para Biden y sus funcionarios, todo aquel que haya tenido una buena relación con su antecesor, es atacado frontalmente, al menos hasta antes del fiasco de la Cumbre de las Américas.
Las acusaciones de dictaruras, violaciones a derechos humanos y corrupción han estado acompañadas de importantes recortes en cooperación hacia aliados estratégicos Guatemala y El Salvador, una situación ampliamente denunciada por el gobierno de México.
¿Cuál fue el resultado de esto? Primero que los países se volvieran reactivos hacia el gobierno de Biden y segundo que otras potencias lograron ingresar a la región (especialmente China).
Las denuncias lanzadas a mansalva por Biden le han pasado factura en el peor momento. El New York Times reveló que el gobierno del demócrata había llamado en repetidas ocasiones a varios presidentes, incluso llegó al punto de mandar comitivas para convencerlos de asistir a la Cumbre.
Varios presidentes confirmaron de último momento, como el brasileño Jair Bolsonaro y otros como Nayib Bukele de El Salvador, ni siquiera quisieron contestar las llamadas.
El desastroso resultado de la Cumbre podría convertirse en un cambio de ruta, de ser así, Biden tiene un complicado camino que recorrer; el daño provocado desde Washington será complejo de reparar. En todo caso, ese cambio es poco probable, para llevarse a cabo debe de abandonar la idea de que la política exterior se puede manejar al igual que la doméstica, algo que Biden y los demócratas no están dispuestos a entender.