En las últimas semanas, Estados Unidos y sus aliados han aplicado sanciones económicas a Rusia como respuesta a la guerra en Ucrania. Las medidas son por mucho las más duras hasta este momento, algunas de ellas son similares a las aplicadas a Irán o a Corea del Norte.
El principio básico de estas medidas es que al aplicar un paquete de sanciones, la economía del país amonestado sufrirá efectos negativos a corto, mediano y largo plazo. Ocasionando que este realice un cambio en sus políticas para liberarse de la presión económica.
En los casos más severos se busca someter a la población del país sancionado, a desajustes económicos importantes, generando descontento y presión hacia su gobierno, provocando un cambio de políticas, la dimisión del mandatario o incluso, un golpe de Estado.
El problema es que esta vez, no se están aplicando sanciones a cualquier economía, se trata de un intento por desconectar en su totalidad a uno de los mercados más grandes del mundo, que además se constituye en uno de los principales exportadores de gas, petróleo, trigo y otros bienes necesarios para el resto de economías del mundo.
La crisis ya está provocando un alza preocupante en los precios del petróleo, desde 2014 el precio del crudo no había superado los $100. Este encarecimiento hará que el resto de bienes y servicios suba de precio, ya que los costos de producción y transporte también aumentarán considerablemente.
Esto podría empeorar, si los Estados Unidos emiten sanciones contra la importación del petróleo ruso, una medida que la administración Biden aún está evaluando.
El mundo ya estaba luchando contra un serio caso de inflación, derivada por la pandemia de COVID-19 y agravada por la crisis en la cadena de suministros.
La globalización es innegable en el siglo XXI y los beneficios de esta interconexión son numerosos, pero en escenarios adversos, esta interdependencia hace que los problemas económicos se comporten como un virus que se esparce rápidamente a otros mercados. Por ello, es natural que las sanciones a Rusia provoquen un efecto de rebote, no solo hacia Estados Unidos y sus aliados sino a todo el mundo.