El regreso de los demócratas a la Casa Blanca marcó el fin de una etapa en la que la potencia americana se aisló a nivel internacional, bajo el liderazgo de un jefe de Estado controversial, tosco en su forma de tratar con otros mandatarios (y en algunos casos irrespetuoso) e impredecible.
La etapa de Trump generó cambios significativos en el mundo, nuevas alianzas se forjaron, los rivales estadounidenses llenaron los vacíos o avanzaron en sus relaciones con regiones tradicionalmente aliadas de la que una vez fue el líder del mundo unipolar.
Los demócratas regresaron al poder de la mano de Joe Biden y comenzaron a cambiar algunas de las políticas de la breve era de Trump, no obstante han cometido el error ver al mundo y sus relaciones de poder como si los cambios que provocó Trump se esfumaron cuando este perdió las elecciones en 2020, o como si el mundo entró en una especie de criosueño al finalizar el período de Barack Obama, esperando a que un demócrata lograra vencer a Donald Trump.
Como agravante de lo anterior, en su afán por borrar cualquier tipo de legado que el exmandatario republicano pudo haber dejado, han contaminado una política exterior caracterizada históricamente por fundamentarse en intereses estatales, provocando que esta se transforme en una política basada en principios partidarios y ampliamente fundamentada en un mundo totalmente diferente al que dejó Barak Obama.
Esto provoca que las decisiones sean en su mayoría equivocadas. Esta visión obtusa y equivocada de la realidad internacional por parte de Joe Biden y su gobierno, está poniendo en peligro la estable relación de EEUU con países del Norte y Centro del continente americano, en algunos casos incluso arriesgando las relaciones de poder que mantienen el delicado equilibrio regional.
El Salvador es un claro ejemplo, desde la llegada de la nueva administración, ese aliado geoestratégico y ampliamente predispuesto a trabajar con la potencia americana se ha visto constantemente atacado y rechazado, al punto de ver a algunos de sus funcionarios sancionados por situaciones de las que ni el mismo departamento de Estado está seguro han sucedido.
Pareciera que la administración Biden está castigando a Bukele y su gobierno pero ¿qué razones tendría? Bajo un esquema de política exterior estatal, ninguno. Pero bajo el nuevo esquema aplicado por los demócratas existe una y es suficiente para que estos le castiguen.
La reunión que sostuvo el mandatario con Donald Trump en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019. Una foto y un elogio han sido suficientes para que las relaciones bilaterales sean puestas en revisión por parte de Joe Biden.
Pareciera entonces que cualquier persona que hubiese tenido una relación productiva con Trump merece ser puesto en el banquillo de los acusados, queriendo olvidar que ningún mandatario de un pequeño Estado en desarrollo sería tan ingenuo como para ofender a uno de los presidentes más poderosos del planeta y peor aún cuando este se comportaba con una volatilidad impresionantemente elevada.
El Salvador sigue dando muestras de voluntad por mejorar las relaciones con EEUU, cualquier gobierno tiene un límite y si la política exterior de Joe Biden hacía con país centroamericano no cambia hacia una política basada en objetivos de Estado, las relaciones de poder podrían dar un giro de proporciones globales en un abrir y cerrar de ojos.